domingo, 19 de mayo de 2013

Lecca y Hernández

2 horas tardó en llegar. Sonrió al ver el parque y las palmeras. Le había costado mucho llegar. Le dolían las piernas. Además se había perdido en el parque del Caracol salvaje.
Qué año es? Se preguntó.
Tomó asiento fuera de la puerta esperando a que ella saliera. Se preguntó además si hoy tomaría un rico desayuno. Ella no aparecía.

Las 9 de la mañana. Los pájaros alados renunciando a la complejidad de mis dudas. Yo miento y no veo llegar la esperanza de la que tanto me han hablado. El bus no llega y yo no llego. Decido salir a buscarte.
Sólo por hoy. Sólo por hoy no será hoy.
Manifiesto el indudable miedo del que va a aterrizar por primera vez. Como el silencio eterno que jamás claudicó. Que sólo hizo un castillo de arena al costado de la carretera.
Voy cayendo sobre la eterna esperanza de encontrarte en este pasado. De atarte las zapatillas y regalarte la fruta roja recién cortada. Que además cavamos un pozo para no sentir lo que tan feo se siente aquí arriba.
Empiezo por el parque donde unos viejos zorros me acompañan durmiendo y me piden que me quede. Sin embargo los miro de rellano y les pido disculpas y una nueva brújula a fin de ordenar mi vida.
Te sigo buscando entre una esquina y otra. Buscando tu olor entre las estrellas frágiles. Me siento acabado al no encontrarte al no encontrar tu casa y sacarte de ella. Para que existas hoy y quizá mañana. Para doler las rodillas. Para cubrir la inquebrantable razón que sólo habla de objetivos.
Siento como mi cuerpo interior flamea las lágrimas inservibles. Como el cuerpo cae a pedazos al no encontrar la casa. La eterna casa con jardín delantero.
Viene un día. Vienen dos. Acudo todos los días a la reunión y la casa se pierde entre una calle y otra.
No quieres que te en encuentre, pienso.
No se cuándo he llegado acá. Quizá fue un sueño en plena mañana.
Me siento en las gradas, te espero y no apareces. No recuerdo a la tristeza, pero la entiendo.