viernes, 23 de octubre de 2015

Año 2046

No puedo aprender de tu color, mucho menos la interpretación correcta de tus ojos (sobre todo cuando ya no los recuerdo fijamente). Saber interpretar las cosas es una ciencia que debería ser estudiada por la mayor parte del mundo, como por ejemplo: saber cuándo decir sí o decir no; cuando hablarte o dejar de hacerlo; cuando decirte que ya es hora de dormir y cuando decirte con poca decisión que volvería a cruzar dos veces por ese mismo sitio.

Son cerca de las 5 de la madrugada, cruzo un puente que en unos años pasaran cientos de personas. Veo como transitan los autos de luces fugaces que con una pequeña mirada finjo no envidiar para no sentir este frío y cansancio que me muerden los pies y las rodillas.

Horas antes duermo contigo y siento el calor de tu blanco cuerpo, de tu piel preciosa  que acompaña mi designio, mi fragilidad horizontal que agota ilusiones y necesidades. Nos olemos en la profundidad de nuestro círculo, en la gravedad de nuestra lluvia, en el deseo de nunca dejar de ser (tuyo y mía), en la manifestación de que por un momento nos profesamos amor, y nos llamamos así y nos volvemos a explorar con el miedo de despertar a cualquier animal de nuestro pasado, con tus ojos tan bellos como los de una hembra en celo. Yo rebusco en tu escondido bello, piedras finitas que nos hablaran de los días que dormimos juntos.