martes, 15 de noviembre de 2011

dicen que lo peor que uno puede hacer es comerte un animal o no dejarlo morir. en verdad siempre me he puesto a pensar un poco en esa contradicción y los búfalos que no dejan de cantar y las luces que no dejan de otear. al menos los peces no cabalgan. que no es propicio tirar el arroz y esperar dormir. no es gentil no saber, ni escuchar. pronto ella me hace un hueco entre el estómago y el pecho. toma sus pertenencias y no escatima en hacerme ver los huecos que tengo, la barba crecida y las monedas rotas que ya no sirven para volar. yo le digo anticipándome al vuelo de las lagartijas, que si es que tengo estos huecos llenos de sapos verdes, es únicamente gracias a ella. entonces ella cómo nunca me pregunta si es que quiero que me los devuelva. y yo le digo no, quédatelos. mi cuerpo ya no es mi cuerpo, me hacen falta polillas, trapos y obviamente lo que te llevas. entonces ella mirándome preocupada, me pregunta, entonces? me sentaré en un camello y olvidaré tu nombre? yo no respondo, sinceramente las veces en las que no respondo siento pequeños animalillos en mi cuerpo y me da miedo aullentarlos; sin embargo algunas ardillas destructoras al parecer de un continente espantaron a los pájaros y éstos a los otros animalillos que nunca sé sus nombres y mucho menos sus apellidos. y pude pronunciar las siguientes palabras: "no me devuelva lo que no me pertenece, porque es suyo y al menos por hoy, que ya es tarde y habiendo demasiados animales bondadosos afuera, por favor quédese y vuelva a mí". mirándome con sus ojos que siempre me miran de la misma forma, la mujer tomó el camello y se quedó a vivir.

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