sábado, 18 de julio de 2009

Orfeo

Hay cosas que nunca comprenderías acerca del ruído, de la manera en que los animales peludos cierran los ojos y los abren, de cómo robustecen las olas en la caída de la casualidad y de la pena. He comenzado a caminar eternamente hasta tu origen, hasta el punto donde se individualiza tu habla y se vuelve interminable tu silencio. He cruzado por los bancos, a través de los letreros que nos hacen jugar con las palabras y sumar y restar o dividir tu nombre con la fuerza o la rabia de un amor roto. Primero me atreví a sonreir a tu madre y luego a pensar en tu muerte, en la loca idea de tu muerte y la muerte me habló. Mira las estrellas clavadas en todas esas ciudades, en todos los viejos lugares donde no pudimos verlas. Y es a través de las rocas donde recupero tu cuerpo, donde apago las luces del infierno y devuelvo la vieja moneda que debía ser para el pan. Envuelven las sombras el peso de tu alma y el irreconocible movimiento de tus pies. Trato de mirar a los rescoldos, de oler el turbio calor de tu deseo, de limar el grueso espacio que nos separa y tú obstinada dominas las olas a tu primera palabra. Confundiendo el olor vacío de la totalidad de tu vida y mi vida a la avalancha que deciden tus besos, a la felicidad inmanente de un linterna creada para decir te amo. Ya tarde el camino me sorprende la mañana, las ovejas disfrutando la muerte entre las olas, y es ahí que por primera y última vez volteo a mirarte, para notar que ya te he perdido.

2 comentarios:

Nata dijo...

Es como estudiar dos horas antes del susti, esto.

Sebastián dijo...

dos horas antes del susti? fuerte eso.