lunes, 25 de enero de 2010

Datzibao - Enrique Verástegui

De pronto perdí todo contacto contigo.
Ya no pude llegar al teléfono, recordar ese número y llegar a tu
casa que no conocí.
Ya no pude volar sobre ti como todos los días a las tres de la tarde
estas pobres alas no dieron más
y aquí me tienes ideando estas líneas que reflejan mis ojos cansados
de ir caminando con la mente y las manos repletas de
yerba.
Yo fui el primer sorprendido.
La extrañeza de ser dos aves hurgándose el pecho y corriendo uno
detrás del otro entre las matas y bancas del parque.
y éramos arrojados fuera de nosotros mismos y por esto fue que
conocí tu ciudad
y me apreté contra ti buscando desesperadamente encontrarme en
tus ojos y amé todas tus cosas
y tu mirada angustiada y esa seriedad para responderme a ciertas
preguntas y cuestiones que nos diferenciaron para siem-
pre de las personas nacidas antes de 1950
tu maravilloso instinto agresivo desarrollado contra los males del
tiempo y portándote como en la más furiosa embestida
en la batalla por un lugar en el taxi que nos alejó miles de cuadras
más cerca de la pasión de la vida
hoy miércoles y no otro día.
Porque ya es hora de ir poniendo las cosas en claro y más que nada
empezar a ser uno mismo
un solo obstinado bloque de rabia.
tú por todo lo que para mí reflejabas lo más claro eres mi sopor
antes de echarte a gritar por estos sitios malditos
aún después de haber transformado esa palabrita bestialmente lúcida
en una flor obsesiva
que yo no quiero acariciar ni comprender el suicidio mi amiga es
una espera maldita.
como puede ser aguantarnos un par de horas más en el parque en
medio de un viento furioso que pugna por arrancar de
raíz lo más nuestro de nosotros
y tú junto a mí convertida en mi aliento escuchándote aprendiendo
de ti a la Molina no voy más esa canción negra arde en
mi pecho, me aplasta, levanta, avienta a decir no contra
todo.
Cada uno recuerda su primera caída.
Cada uno recuerda paso por paso los pasos que fue dando y los
que no dio porque en uno mismo está el propio enemigo.
Y yo me levanto para luchar contra mí - y me tengo miedo.
Lo perfecto consiste en desabotonarnos el torso mientras vamos sal-
vajemente penetrando en esta selva de arenas movedizas
y tu vida o mi vida no ruedan como esas naranjas plásticas que
eludimos porque tú y yo somos carne
y nada más que un fuego incendiando este verano.
La vida se abre como un sexo caliente bajo el roce de dedos reven-
tando millares de hojas tiernas y húmedas,
y no dijimos nada pero exigíamos a gritos destruir la ciudad, esta
ciudad ese monstruo sombrío escapado de la mitología
devorador de sueños.
Y el musgo creció como un verso clarísimo en tus ojos.
tú querías leer mis poemas aferrarte a ese instante de dulzura don-
de jamás hubo límites entre uno y otro ser
y fuiste sólo una muchacha que pasó por mis ojos silenciosamente
pegada a mí a mi secreta manera de enredarme en las
cosas de explicar un mundo indeciso sembrado con piedras
yo que creí que nada era nada en cualquier lugar de este mundo
y de pronto me di con tus sueños como con un golpe de mar sobre el
rostro
y luego adiós porque todo y nada puede explicarse en el amor y
porque todo y nada se explica en nosotros y con nosotros.

2 comentarios:

Nata dijo...

Leí esto hace varios meses atrás. No sé, siempre es el mismo nudo en la garganta.

Sabes? Ando tranquila por la ausencia de sol. Es más, creo que ando feliz jo.

Saluditos

(ya no soy pez globo. Muté. Ahora soy pez payasito jo)

Sebastián dijo...

me alegro por su felicidad (srta. pez zapatos de payaso)