Apenas de terminado el recorrido de nuestro encuentro y que supieras que me marchaba, destiné la última mirada para verte. Qué ganas de verte en realidad en ese momento, como si el muerto se hubiese convertido en conejo o liebre y hechado a llorar porque no quiere empezar de nuevo.
Caminábamos igual, sólo que en distintos sentidos. Tu olor se mezclaba con el paisaje, con el fin y el sin fin. De pronto recuerda que el viento soplaba fuerte, pero no calló y metió la angustia al bolsillo, la pena al bolso y decidió quemar sus cosas ni bien consiguiera fuego.
Miro a través del camino. Entro a refugiarme de la lluvia y quizá todo se ve distinto, verlo de fuera se ve distinto, ver los pedacitos caer, qué gran explosión debe ser el cielo. Qué desilución la vida.
- desea algo más? ya vamos a cerrar. Ni siquiera los fideos me dejan en paz- pensé. pagué la cuenta.
Paso tras paso me preguntaba sobre distintas cosas, las cuales debo reconocer aún las pienso. Mi reloj marcaba las 11, las calles meditabundas al parecer también pensaban igual que yo. Las calles estan vacías y la gente empieza a dormir, es parte de la virtuosidad del hombre contemporáneo, de derramar las lágrimas sólo en los funerales.
Debo comprar unos cigarrillos, me dije. encuentro todos tus recuerdos en mi boca, quisiera cantarlos, matarlos.
Llegué a un punto en el cual había perdido todo rastro de coordinación y secuela de mis huellas. Tenía la garganta estéril, la boca rasgada y las manos inubicables.
Crucé un puente, y miré cómo los autos se desplazaban. Hacia dónde van todos? -pensé.
Debo comprar unos cigarrillos, me dije. encuentro todos tus recuerdos en mi boca, quisiera cantarlos, matarlos.
Llegué a un punto en el cual había perdido todo rastro de coordinación y secuela de mis huellas. Tenía la garganta estéril, la boca rasgada y las manos inubicables.
Crucé un puente, y miré cómo los autos se desplazaban. Hacia dónde van todos? -pensé.
Miré mis zapatos, comenzaba a sentir frío.
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