gracias le dice la luna al hombre. colgó los peces que recién había pescado y oró por su mujer, que lejos estaba y de la cual le hacía falta todo.
Empezó a dormir y el cielo comenzó a hablarle.
-Cómo, tú hombre y yo cielo, puedo sentir un poco de envidia de ti?
-tú tienes muchas estrellas, universos, animales místicos, secretos y cantas en las mañanas como una mujer jóven. En cambio yo, sólo tengo un pequeño burro, del cual el amor parecen sus ojos y sus tiernas pezuñas el algodón del mar.
-y acaso también no tienes una mujer?
-la tengo, y es la forma en que dios supo quererme.
-y qué pensarías si te digo que podría cambiarte todas las estrellas, sólo por tu mujer?
-pensaría que eres muy generoso, pero qué podría yo hacer con tantas estrellas? no ves que sólo soy un hombre? que tengo que pescar y hacer que me perdonen los peces para yo poder vivir? Además, mi mujer es la tristeza que guardo cuando estoy solo. La valentía de seguir vivo. La esperanza de adorarla como lo hago.
-Ay pobre hombre -le dijo el cielo-. Acaso no sabes lo que significan todas las estrellas? Cualquier persona no dudaría en ceder por tal privilegio. Te doy una oportunidad más. Hasta tu pequeño burro sería más inteligente que tú.
-Alabado seas oh cielo, grande y acogedor. Pero debo decirte que, mi mujer tiene los ojos más lindos del mundo, y su mudismo es la completa sospecha de ser feliz. Mi mujer cabello absoluto, descalza como para bailar, densa como el río, no podría dormir en el agua, como tampoco yo sin ella.
el cielo miró enfadado al hombre y se marchó mientras se percibían la llegada de algunos truenos.
se puso su sombrero, miró hacia atrás y volvió a mirar hacia adelante mientras dijo: qué ansias tengo de verte, de oírte, de saciar esta necesidad de ti, que el alma parece partida en dos, parece un triste sueño cuando no escucho tu risa, que mis brazos no tienen sentido si no es para abrazarte.
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