sábado, 20 de septiembre de 2008

Arthur Rimbaud

"Ayer, si no me engaño, mi vida era un festín en que
todos los corazones se abrían, en que todos los vinos corrían.
Una noche senté a la Belleza en mis rodillas. -Y la
encontré amarga. -Y la insulté.
Me armé contra la justicia.
Huí. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh odio, a ustedes ha
sido confiado mi tesoro!
Logré disipar en mi espíritu toda
esperanza humana. Sobre toda alegría, para estrangularla, he dado
el salto sordo de la fiera.
Llamé a los verdugos para morder, mientras perecía,
las culatas de los fusiles. Llamé a las plagas, para ahogarme
con la arena, con la sangre. La desgracia ha sido ni dios. Me he
tendido en el lodo. Me sequé al aire del crimen. Y le he
hecho pesadas bromas a la locura.
Y la primavera me trajo la horrible risa del idiota.
Así es que, últimamente, habiéndome encontrado a punto de
estirar la pata, pensé en buscar la llave del
antiguo festín, en que tal vez recobraría el apetito.
La caridad es esa llave. -¡Esta inspiración prueba que
he soñado!
"Seguirás siendo una hiena, etc...", clama el demonio que me
coronó con tan agradables adormideras. "Gana la muerte con todos
tus apetitos, y tu egoísmo, y todos los pecados capitales."
Ah! Ya estoy harto de esto: -Pero, querido Satanás, se lo
ruego, no se irrite tanto! y en espera de las
pequeñas bajezas retrazadas, para usted que ama en
el escritor la ausencia de facultades descriptivas o
instructivas, desprendo estas repugnantes hojas
de mi carnet de condenado.

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